Beatriz Gisbert
Coordinadora de la Comisión de Suelo Pélvico del ICOFCV
La incontinencia urinaria (IU) es un síntoma que se caracteriza por la aparición de pérdidas de orina indeseadas y tiene repercusiones a nivel social, higiénico y psico-emocional para la persona que la padece. La incapacidad de retener la orina de forma recurrente o transitoria no es una consecuencia inevitable del propio envejecimiento, no es algo propio de la edad ante lo que resignarse. Es un trastorno que tiene tratamiento y muchas veces incluso solución, sobre todo, si se empieza a tratar a tiempo. Además, es muy recomendable consultar a su profesional sanitario de referencia o su fisioterapeuta especialista en suelo pélvico, porque a menudo es un síntoma que enmascara otra patología que convendría averiguar.
Tipos de incontinencia y causas
Existen varios tipos de incontinencia y cada una se caracteriza por unas determinadas circunstancias en las que aparecen las pérdidas de orina. Las más frecuentes son:
– IU de esfuerzo: es la más frecuente de todas. El escape la orina se produce como consecuencia de un gesto en el que se incrementa la presión abdominal como la tos, la risa, el estornudo, o al realizar deporte o esfuerzo físico, al elevar objetos pesados…
– IU de urgencia: si las pérdidas se producen por un deseo muy intenso e incontrolable de orinar y la persona tiene dificultades para llegar a tiempo al baño, se habla de incontinencia urinaria de urgencia.
– IU Mixta: diremos que se sufre un tipo de incontinencia mixta cuando algunas pérdidas están relacionadas con esfuerzos y otras con urgencia.
Estos tres tipos de incontinencia (esfuerzo, urgencia y mixta) son los más frecuentes.
– IU por rebosamiento: Las pérdidas se producen tanto de día como de noche. La causa está en el control del músculo de la vejiga, que no funciona bien o está débil. Si no se contrae correctamente, la vejiga no se vacía completamente y, como casi siempre está llena, se tienen pequeñas pérdidas ante cualquier movimiento o aumento de la presión de abdominal.
Las causas que provocan la IU son múltiples, pero en general, están relacionadas con una incorrecta función el sistema nervioso que controla la micción, el deterioro de estructuras del sistema urinario, la debilidad del suelo pélvico y/o incompetencia de los esfínteres. En otras ocasiones se debe a los efectos secundarios de cirugías en el área pélvica o perineal o a efectos secundarios de alguna medicación. Un factor implicado muy frecuente es la debilidad del suelo pélvico y el deterioro de correcta respuesta funcional. Es muy importante tener en cuenta que un mal estado de la musculatura profunda de la pelvis está muy relacionado con la IU. En este sentido, la fisioterapia específica del suelo pélvico es la que mejor recuperará el tono, la fuerza, la elasticidad y capacidad de amortiguación y cierre que tiene su suelo pélvico y le ayudará a manejar y resolver sus pérdidas de orina.
Sin embargo, es necesario antes de entrenar o realizar algún ejercicio evaluar su musculatura. Su fisioterapeuta especialista le indicará el tratamiento más adecuado en su caso, que dependerá de las condiciones de la musculatura y resto de estructuras, del tipo de incontinencia y de las causas que lo provoquen, siendo necesario un estudio previo detallado.
La incontinencia es un problema muy frecuente: incontinencia oculta
La IU es más frecuente en mujeres que en varones y su prevalencia aumenta considerablemente con la edad. En las mujeres, factores como el embarazo, los partos, la obesidad, el estreñimiento crónico, la tos crónica, … pueden afectar y debilitar específicamente las estructuras del suelo pélvico. Sin embargo, en los varones, es frecuente la aparición de incontinencia cuando son intervenidos quirúrgicamente por problemas prostáticos. En otros casos, la IU se relaciona con enfermedades neurológicas como la demencia, el Parkinson… y pueden afectar a ambos sexos por igual.
En recientes estudios se ha considerado la prevalencia global de la incontinencia en las mujeres españolas está en torno al 24%. Sin embargo, se estima que alrededor el 9% de los hombres adultos la padece. Como es un problema que empeora con la edad, su presencia aumenta considerablemente en gente mayor, siendo un problema detectado en 4 de cada 10 mujeres y en 2 de cada 10 varones mayores de 65 años de media.
Estos datos indican una gran prevalencia, que es un problema muy frecuente en la sociedad. Se habla de que 1 de cada 4 mujeres podrían llegar a padecerla. El problema es que muchas personas la sufren en silencio. Y lo que es más preocupante, sólo el 2% de los pacientes recibe tratamiento.
Normalmente la gente considera que tener pérdidas de orina es algo natural e irremediable, propio de la edad, consecuencia de la maternidad, algo inevitable a partir de una determinada edad o tras una determinada cirugía… y convive con ello y con el uso de compresas o absorbentes. Ante esta preocupante situación y gran desinformación, los fisioterapeutas animamos a que las personas reconozcan y asuman su problema como primer paso y hablen de ello con un profesional sanitario de referencia, un fisioterapeuta especialista que evalúe su caso, los factores implicados y le aconseje los posibles tratamientos o soluciones.
Muchas veces la IU es un tema tabú, avergonzante, que deteriora la autoimagen, afecta a la autoestima, así como a las relaciones sociales. Es un problema que cuesta de asumir y provoque cierto malestar, frustración e incluso, a veces, depresión. Es un problema con un gran impacto en la vida de las personas. Es frecuente que los médicos de cabecera no pregunten sobe ello, ni los pacientes hablen de ello ni siquiera en un entorno sanitario. Por eso, es necesario que la IU, que sigue con frecuencia oculta, sea haga visible para que pueda ser considerada, tratada y exista la posibilidad de reducir el impacto negativo que tiene en la vida de las personas que la sufren.
No es normal que la orina se escape. La incontinencia tiene solución si se trata a tiempo.
No es normal que la orina se escape. Incluso cuando las pérdidas son muy leves o muy esporádicas es signo de que algo está fallando: ya es incontinencia. Si no se pone remedio, el problema irá empeorando con el paso del tiempo. Por eso, con la aparición de los primeros síntomas se debe acudir al profesional sanitario quien determinará la solución más eficaz para cada paciente. El médico de cabecera, su especialista o su fisioterapeuta del suelo pélvico podrán evaluar su problema y encaminarle hacia la solución más factible para usted. Hay momentos en la vida de una persona en los que las pérdidas pueden comenzar a aparecer: en el embarazo (por el aumento de la presión y el peso del bebé), el posparto (sobre todo si ha sido un parto vaginal complicado o con instrumental), la menopausia (pues la bajada de los estrógenos favorece la aparición o el empeoramiento de los síntomas), una intervención quirúrgica uro-ginecológica… También hay otras circunstancias que pueden favorecer su aparición, como practicar deportes de impacto o saltos que repercutan sobre el suelo pélvico como baloncesto, correr, … o actividades físicas que requieran grandes esfuerzos, elevar pesos, el estreñimiento o la obesidad. En cualquier caso, la aparición de la IU puede ser prevenida o combatida con un tratamiento y entrenamiento específico.
Así que, si ya sufre alguna pérdida, aunque sea muy esporádica, ahora es el mejor momento, no espere más, afronte el problema con esperanza e ilusión puesto que hay soluciones. Es posible mejorar o incluso resolver el problema con el tratamiento adecuado. Lo primero que puede hacer es acudir a su médico o su fisioterapeuta especialista en suelo pélvico para que valore su caso.
La fisioterapia primera línea de tratamiento.
Todas las sociedades científicas relacionadas con la urología y ginecología están de acuerdo y recomiendan como primera línea de tratamiento para los síntomas de IU la fisioterapia específica del suelo pélvico. El tratamiento varía según el tipo de IU y los factores causales relacionados en cada caso, pero a grandes rasgos, podríamos decir que el tratamiento fisioterápico de la IU consiste en:
-Cambios conductuales. Deberá evitar el sobrepeso, los deportes de impacto, los saltos, el estreñimiento, realizar esfuerzos físicos intensos, las bebidas excitantes como la cola-cola, el té o el café…
-Entrenamiento muscular del suelo pélvico. Este entrenamiento está basado en los conocidos ejercicios de Kegel, ejercicios de fortalecimiento de los músculos elevadores del ano, los músculos más profundos del suelo pélvico que están directamente implicados en el soporte de las vísceras pélvicas y la continencia, pues ayuda los esfínteres. El aprendizaje de su correcta realización es muy importante para garantizar su eficacia, por eso es necesaria una primera fase de control de los músculos. Su fisioterapeuta le ayudará a lograrlo, realizando contracciones de calidad en diversas posturas, evitando confundir la activación del suelo pélvico con la de otros grupos musculares como los glúteos, los aductores o el abdomen. Es importante tener un buen control de los músculos específicos antes de realizar sesiones en grupo sin la supervisión de un profesional sanitario. Sería contraproducente someter al suelo pélvico a ejercicios inespecíficos, intensos, que podrían aumenten la presión intrabdominal, como abdominales incorrectos por ejemplo, y repercutirían negativamente en el suelo pélvico y su funcionalidad. El aprendizaje y el fortalecimiento debe ser supervisado por un fisioterapeuta especializado en este campo, y puede reforzarse con técnicas específicas de biofeedback o dispositivos vaginales. Por ejemplo, las bolas chinas, las pesas o conos vaginales podrían ser útiles en algunos casos. Para utilizar las bolas o los conos es necesario que la musculatura esté previamente entrenada y tenga fuerza para trabajar contra resistencia, en caso contrario podría ser incluso contraproducente. Cuando el paciente ya controle y realice sus ejercicios de suelo pélvico con calidad, fuerza y control, se podrá integrarse, si lo desea, en un grupo de gimnasia terapéutica, que preferiblemente, debe estar dirigido por un fisioterapeuta que conozca esta problemática y adapte ejercicios y paute actividades adecuadas y no sean perjudiciales para el suelo pélvico.
-Entrenamiento vesical. Consiste en un entrenamiento de la vejiga y se basa en distribución adecuada las bebidas que se ingieren y la programación de las micciones según una pauta correcta para evitar las urgencias e incontinencia.
-Electroterapia funcional para complementar el fortalecimiento muscular o bien para realizar una neuromodulación vesical y estimular la correcta contracción de la vejiga si fuera necesario.
-Reeducación postural, funcional y del movimiento según las características del paciente.
-Apoyo y educación para el cuidado del suelo pélvico a medio y largo plazo.
-Información sobre el uso de las medidas paliativas que sean necesarias: compresas, pinzas peneales, colectores de orina…
Puesto que la causa más frecuente de la aparición de las pérdidas de orina es el debilitamiento del suelo pélvico, su entrenamiento ha sido ampliamente estudiado y ha demostrado que mejora o soluciona más del 80% de los casos cuando la IU es leve o moderada. La fisioterapia es muy eficaz y puede llegar incluso a solucionar la IU en muchos casos, si es tratada a tiempo. Otro aspecto muy interesante a tener en cuenta, y que también se ha demostrado en diversos estudios científicos, es que la eficacia es mayor y la terapia es más resolutiva y se mantiene con el tiempo cuando el tratamiento está guiado y supervisado por un fisioterapeuta especializado. Es mucho más eficaz hacer un seguimiento y acompañamiento del paciente al seguimiento de instrucciones administradas en folletos con consejos generales y recomendaciones. Es muy importante que los ejercicios sean supervisados, se adapten a las condiciones y necesidades de cada paciente, incluso que vayan evolucionando conforme se alcance su control y aprendizaje. Este seguimiento se realizará por el fisioterapeuta y el entrenamiento evolucionará en complejidad, intensidad, terminará respondiendo a las necesidades mecánicas, al estilo de vida y las circunstancias personales de cada paciente. Lo ideal es que el paciente adquiera buenos hábitos y cumpla las recomendaciones, realizando los ejercicios en sus actividades cotidianas, sincronizando los momentos del día propicios para ello y protegiéndose para evitar la posible incontinencia. Es recomendable realizar a medio y largo plazo un mantenimiento, así como establecer unas rutinas de ejercicios básicos. El paciente podría realizar estos ejercicios en su domicilio, o en grupos de gimnasia terapéutica como se ha nombrado anteriormente.
En los casos complejos en los que la IU va acompañada de otros problemas o en las IU severas, es posible que se requiera otros tratamientos médicos o incluso de la cirugía. Pero incluso entonces, la fisioterapia anterior y posterior a la intervención será muy necesaria para preparar, recuperar y mantener el suelo pélvico en óptimas condiciones y para evitar recidivas.