Científicos de las Universidades de Cambridge y Georgetown han comprobado que la escualamina puede aliviar algunos síntomas de la enfermedad.
Lara Cotera. Zaragoza
El tiburón, convertido por Hollywood en uno de los más temibles depredadores del mundo, podría ser, paradójicamente, clave para que miles de personas esquiven la enfermedad de Parkinson. Así lo confirman los resultados de una investigación en la que ha participado una científica de la Universidad de Zaragoza, Nunilo Cremades (Barbastro, 1979), que trabaja en el BIFI (Instituto de Biocomputación y Física de Sistemas Complejos).
Esta bioquímica, que el año pasado logró financiación de la prestigiosa Fundación Michael J. Fox (una institución estadounidense de referencia en la lucha contra el párkinson), lleva tiempo colaborando con un equipo de la Universidad de Cambridge que ahora publica los resultados de su trabajo en la ‘PNAS’, la publicación oficial de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos.
La escualamina es un compuesto químico aislado del hígado de un tiburón bastante común, la mielga (Squalus acanthias), así como de otras especies de escualos. Hace ya algunos años que fue descrito como un potente antibiótico de amplio espectro, y ha sido objeto de ensayos clínicos en humanos para el tratamiento del cáncer, diversos trastornos oculares o para combatir infecciones causadas por virus que van del dengue y la fiebre amarilla a la hepatitis B, C y D. Ahora, el equipo en el que colabora Nunilo Cremades (al frente del mismo está en Cambridge el doctor Chris Dobson, una eminencia en este campo) demuestra que este compuesto inhibe los procesos iniciales que llevan a la proteína involucrada en el párkinson a agregar se y, a la vez, reduce la toxicidad de los agregados dañinos una vez formados.
El proceso
«Esta proteína está sola en el organismo, pero el problema surge cuando empieza a autoensamblarse y, a su vez, se crean agregados que son muy tóxicos», explica la científica aragonesa. «Se ha demostrado que la escualamina inhibe estos primeros pasos y que puede reducir esta toxicidad aunque el proceso haya empezado», añade. Ella, en concreto, ha participado en esta parte de la investigación porque es experta en avanzar en el conocimiento de qué especies de agregados de proteínas (o confórmeros) son neurotóxicos y están asociados con el desarrollo y propagación de cada tipo de enfermedad.
«La noticia es muy esperanzadora porque, además, ya se han hecho numerosos estudios clínicos con la escualamina que demuestran que es muy segura», explica Nunilo. Los autores del estudio además han demostrado la doble actividad inhibitoria de escualamina en un modelo animal, lo que les ha llevado a proponer el uso de escualamina como posible fármaco para la enfermedad de Parkinson.
Ahora mismo, el equipo trabaja para desarrollar variaciones del compuesto que fomenten su actividad e incluso han lanzado una patente. «Puede llegar a ser uno de los compuestos más avanzados en el desarrollo de remedios contra enfermedades neurodegenerativas», explica Nunilo.
Aún sin una cura
El párkinson es la segunda enfermedad neurodegenerativa con más prevalencia hoy en día, afectando a una de cada 1.000 personas en el mundo. Sin embargo, no existe tratamiento que la erradique, tan sólo remedios sintomáticos con problemas colaterales graves.
Por otro lado, el desarrollo de estrategias terapéuticas está resultando ser muy complicado debido al desconocimiento de las bases moleculares de la enfermedad. Esta enfermedad, así como otros desordenes neurodegenerativos como la enfermedad de Alzheimer, se caracteriza por la presencia anormal de depósitos de proteínas agregadas en forma de fibras amiloides.
Aunque la proteína que agrega varía de una enfermedad a otra, la formación de fibras amiloides ocurre por un mecanismo común de mal plegamiento de la proteína y autoensamblaje en el que se generan diferentes tipos de formas oligoméricas y finalmente fibras amiloides insolubles que se depositan y acumulan en diferentes órganos o tejidos. Estos agregados de proteínas son tóxicos y desencadenan una cascada de procesos patológicos y neurodegenerativos, aunque aún se desconocen los mecanismos de toxicidad.
Recientemente se ha observado que pacientes con la enfermedad de Parkinson mejoraban clínicamente de forma rápida al ser tratados con un compuesto químico, la escualamina, aislado del hígado de una especie de tiburón bastante común. Estos pacientes padecían otras enfermedades, virales, cáncer…, para las que se les estaba administrando escualamina, sin embargo, mejoraban a la vez notablemente los síntomas asociados con la enfermedad de Parkinson, aunque se desconocían la razones.